domingo, 9 de octubre de 2011

SOS Ibon Iparragirre

No es precisamente la única «madre coraje» que arropa a los presos políticos vascos, pero impactan la serenidad y a la vez la fuerza que irradian en momentos tan delicado como éste. Angelita Burgoa se puso ayer el pañuelo de Etxerat y la camiseta de «Amnistía» y se colocó ante las cámaras para detallar la situación que atraviesa su hijo Ibon. Luego amplió su testimonio para GARA. El suyo es un drama contado sin dramatismo, una víctima sin victimismos, una historia que espera final feliz.

Ibon Iparragirre ha pasado más de la mitad de su vida, cerca de 20 años, conviviendo con el VIH sin sobresaltos. Tiene dos hijos y trabajaba en una pizzería de Ondarroa. ¿Qué ha pasado para que, apenas año y medio después de entrar en prisión, se encuentre en una situación delicadísima? Angelita Burgoa es quien mejor lo puede explicar. Es su madre y ayer dio la voz de alarma ante los medios en Bilbo. Lo hizo con serenidad pero sin ocultar nada, aportando abundantes datos y sin ponerle adjetivos al sufrimiento que se intuye debajo. Fue primero ante los medios, arropada por otros familiares de Etxerat, y después para GARA.
¿Cómo se puede resumir el caso de su hijo?
Ibon tiene el VIH desde los 17 años, o sea que lleva 20 años haciendo un modo de vida completamente normal. Pero desde que ha entrado en la cárcel ha ido continuamente para abajo, para abajo... En abril, el médico de la cárcel de Sevilla ya advirtió de cómo estaba. Sin embargo, en junio le negaron la visita del médico [de confianza], y en julio también... Finalmente, el 25 de agosto lo trajeron a Basauri. Pensábamos que sería un paso previo para ponerle en libertad enseguida, pero no...
Desde entonces no le han hecho ningún análisis, sólo le preguntan «cómo estás». Hemos llegado a un punto en que no puede siquiera leer, necesita ayuda de otros presos para escribir... A todo esto, el médico de la cárcel dice que no está en fase terminal, porque como no tiene ninguna infección... Y lo que nosotros decimos es que si la coge, entonces ya será muy tarde.
Además, lo encontramos muy deprimido. Emocionalmente está muy mal, porque tiene las defensas muy bajas, y se le acumulan las preocupaciones: su salud, sus hijos...
¿Cuál es la última noticia que tienen sobre él?
Sabemos que ayer [por el jueves] tenía visita de su sicóloga. Eran dos horas, pero aproximadamente a la hora lo tuvieron que dejar porque Ibon estaba tremendamente cansado. Nosotros estuvimos el sábado en el locutorio y también lo encontramos así. Está sin fuerzas ni para descolgar el teléfono de la pared. Le decimos «Ibon, no se te oye», pero le cuesta tener el teléfono en alto con el cable tensado y sostener la cabeza arriba. Se pasa muchas horas tumbado en la cama. Otros presos nos han contado que le preguntan: «Ibon, ¿estás dormido?», y está despierto, porque tiene los ojos abiertos, pero no tiene fuerzas.
Además, con el deterioro de la vista, tiene muchos problemas para moverse, está inseguro incluso para salir de la celda. No estamos hablando de vista cansada, sino de algo mucho más grave. En principio sufría astigmatismo, más o menos en abril le cambiaron de gafas y entonces todavía leía un poco, pero luego cada vez ha perdido más y más, y ahora no ve casi nada.
Tengo claro que de la cárcel de Sevilla lo sacaron porque allí no querían «cargar con ese mochuelo». Sin embargo, en Basauri no ha mejorado la cosa. Lo que más nos llama la atención es que el médico no quiera que se use la palabra «terminal» cuando está muy claro que si sigue ahí... La única esperanza es que lo manden a casa.
Alertan del riesgo de una infección que sería fatal, y en este punto resulta evidente que la higiene no es igual en la cárcel que en el domicilio propio...
Está claro. Cuando lo trasladaron desde Sevilla a Basauri, estuvo seis días en Valdemoro en una celda muy, muy sucia, llena de cucarachas. Y lo peor es que lo tuvieron allí sólo por tenerlo, sin ninguna necesidad y sin ninguna explicación. En total, Ibon estuvo nueve días sin aparecer desde que salió de Sevilla hasta que llegó a Basauri, y casi todos los pasó en Valdemoro, además de la primera noche en Cáceres y otra después ya de Valdemoro, en El Dueso. En esos días sólo tuvimos noticias por un preso que se cruzó con él y pudo llamar para decir que lo había visto, nada más.
¿Cuándo empezó a caer? ¿Pudo influir la detención, que derivó en denuncias de torturas?
Fue muy dura. Ibon suele decir que no les desea esos cinco días que pasó ni a quienes lo detuvieron, y cuando alguien le dice que él sí que lo desea, les insiste en que no, que no.
De allí salió roto. Le pusieron «la bolsa» pese a ser asmático. Y no quiso comer por miedo a que le metieran algo raro. Al final le hicieron creer cosas increíbles totalmente, como que nos iban a implicar también a sus familiares, pero se las acabó creyendo... Después de eso ha estado además en aislamiento año y medio, y creo que ahí lo han rematado ya.
¿Qué tratamiento llevaba antes de ser detenido?
Ninguno. Sólo controlaba un poco la dieta y tomaba algunas vitaminas. Puedo decir que no ha tenido necesidad de retrovirales en estos 20 años. Y siempre ha sido una persona muy activa, de ésos que no hay que decirles que se muevan, sino lo contrario, que se estén quietos. Y ahora, en cambio...
¿Cómo se lleva esta espera? ¿Colgados del teléfono?
Pues sí. Yo por el día más o menos lo sobrellevo, pero por la noche es mucho peor. Te acuestas a las 2 y para las 3 estás despierta, y a las 4, y a las 5... Al final llegan las 7, sale el sol y arriba otra vez. Ibon tiene la esperanza de que si lo mandan para casa, se recuperará. A ver...
«Los coches se hacen nuevos, pero si sigue la dispersión continuarán los accidentes»
Al testimonio de Angelita Burgoa se le sumó otro también muy elocuente en la rueda de prensa de Etxerat en Bilbo. Garbiñe Etxeberria es una de las personas accidentadas el pasado fin de semana al regresar de las prisiones. Fue a la vuelta de Estremera (Madrid), donde habían visto a Josu Guinea, en un punto que ya difícilmente olvidarán en sus vidas, «en Segovia, cerca de Honrubia de la Cuesta. No nos rompimos ningún hueso, pero sí el corazón», resumió.
Aún les quedaban cerca de 300 kilómetros para llegar a Larrabetzu cuando «el coche se nos fue. Lo hemos perdido, y económicamente tiene sus repercusiones, pero hay una cosa clara: los coches se hacen nuevos, pero mientras siga existiendo la dispersión, continuarán ocurriendo estos accidentes».
Etxerat desgranó datos que no por mil veces repetidos pierden su sentido ni su impacto: dieciséis fallecidos en accidentes producidos por la dispersión, 400 siniestros en carretera durante los últimos veinte años, y más de un accidente por mes a lo largo de este 2011.
Etxerat urge a cambiar ya la política carcelaria tras una «semana negra»
El agravamiento de la situación de Ibon Iparragirre y los dos accidentes producidos recientemente llevan a Etxerat a etiquetar esta semana como «negra», y sobre todo a poner el acento en que la actual política penitenciaria no puede mantenerse vigente ni un día más. Así lo remarcaron los familiares en la comparecencia realizada en Bilbo.
Mattin Troitiño y Biki Gorostiaga subrayaron que de nuevo queda en evidencia que se trata de «una política criminal» que tiene «terribles consecuencias». «Hay que encender la alarma roja antes de que sea demasiado tarde y nos encontremos en una situación irreversible», indicaron los portavoces de Etxerat a la vista del empeoramiento de la salud del preso de Ondarroa, por un lado, y de que los dos percances producidos a la vuelta de sendas visitas a Estremera y Cáceres pudieron haber tenido consecuencias fatales, por otro.
«No podemos seguir en esa ruleta rusa cada fin de semana», añadieron antes de recordar que los familiares y amigos de presos tienen que recorrer 1.300 kilómetros de media cada fin de semana, entre la ida y la vuelta, para poder visitar a los suyos durante unos minutos.
En cuanto al caso de Iparragirre, incidieron en que mantenerle en prisión supone exponerle a una situación «irreversible» en el caso de que contraiga alguna infección o contagio. Y añadieron que pese a ser un caso especialmente grave, como el que también subrayaron de Txus Martín, no supone una situación inusual si se tiene en cuenta que «una cuarta parte de los 688 presos actuales tiene algún problema de salud». Etxerat remarca la necesidad de movilización social para impedir estas situaciones y cita la convocatoria hecha hoy mismo ante la cárcel de Basauri, a las 11.30, por la plataforma Iparra Galdu Barik.
Los familiares aludieron también al actual contexto político para remarcar que hace más insostenible todavía el mantenimiento de la política penitenciaria. «Debe terminar porque no tiene sitio en la actual situación y porque sólo genera sufrimiento y vulneraciones de derechos. La cadena del sufrimiento debe ser cortada cuanto antes», apuntaron Gorostiaga y Troitiño. Recordaron que esta demanda no es sólo suya, sino también de la mayoría social vasca, «el Acuerdo de Gernika, Amnistía Internacional, Human Rights Watch, CPT, Relator de la ONU, Grupo Internacional de Contacto...»
Troitiño fue preguntado también por la propuesta de acercamiento condicionado lanzada por Patxi López en el Parlamento de Gasteiz hace una semana. Se mostró escéptico: «Hasta ahora el lehendakari no ha hecho absolutamente nada, y su misión sigue siendo velar por los derechos fundamentales de todos».

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