1.- (Tere, su mujer, a su Santi Brouard del alma)
Marcó la pauta aquella tarde noche.
Noviembre inolvidable
de un veinte desgarrado.
Mientras tus mansas manos que acariciando
curaba a los niños... sucedió
en tu consulta.
Yo te encontré en el suelo
boca abajo, inmóvil,
encharcado en tu vida,
derramado en tu sangre.
Tu ciencia, tu latido, tu paciencia,
tu amor vital, sesgados, brutalmente
cruzaron mis espacios: opacas vibraciones
derrumbaron mi cuerpo.
La tarde hostil mascó mi desamparo.
Ya no escucho rumores placenteros,
sólo distancias tiritan en mis brazos
e improviso reflejos transparentes
para encerrar en mis armarios.
Si espero tu llegada
ya no arranco días de los calendarios
ni pretendo acelerar los relojes
ni salgo ya al balcón creyéndome
el imán
que apresure tu regreso.
Así irá el tiempo
fumándose mis días…
Yo seré la colilla aplastada
luego, pronto
en cualquier parte
2.- (Alfonso Sastre y su soneto)
En este mes de noviembre está maltrecha
mi pluma casi rota en los afanes
de sortear la muerte en los desvanes
de una vida en mil lágrimas deshecha.
Se nos nubla la vista de mirarte
Santi del alma, a golpes abatido,
caído por los suelos, no vencido;
sin ya poder hablar y sin callarte.
Hablarán las piedras si callaras;
que tu pueblo, mil veces azotado,
pone en la muerte vida cada día.
Más presente estarías si faltaras.
Si abatido, más alto levantado.
Si ausente, más fraterna compañía
3.- (Reflexión de Koldo Campos Sagaseta)
… Hay muertes que, de vivas, nos dan las buenas horas, nos lustran la sonrisa, nos atan los zapatos con los que andar el día, nos rondan y nos cantan los sueños que aún amamos.
Son muertes tan poco moribundas que siempre están naciendo y así no tengan visa para el cielo o el aval de la ley para la gloria van a seguir estando con nosotros, memoria que respira y pan que se comparte, dichosamente vivas.
¡Santi, un beso en tu recuerdo!
Mikel Arizaleta, 17 827 048
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