miércoles, 17 de febrero de 2010

Su pobreza nuestra indignidad

La haitinización: una lección de cómo un pueblo adelantado y libre entre nosotros al cabo de unos años se vuelve pobre y dependiente.

Eduardo Galeano en una bella reflexión en su artículo titulado “Me caí del mundo y no sé por donde se entra” decía ante esta práctica de abuso y depredación, del coger y tirar:

“Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo”.

La arrogancia europea es de libro, infecta casi todos los aspectos de su pensamiento, de sus leyes y su política. El eurocentrismo es un complejo de ideas, actitudes y políticas al servicio del creciente expansionismo de Europa, iniciado en el siglo XVI. Coloca a Europa Occidental y sus extensiones en ultramar en el centro de la historia del mundo. El principio organizador central del eurocentrismo es la división del mundo en mitades desiguales: nosotros y ellos, uno mismo y el otro. La arrogancia de esta dicotomía es apabullante. Y la reflejamos hasta en la confección de mapas colocando el norte arriba. Los musulmanes lo ubicaron en el sur por el mismo precio y mismas o parecidas razones (Shahid Alam, Rebelion).

Hoy hay signos claros de nuestra decadencia cultural y humana. No sólo en las jubilaciones escandalosas de hombres políticos y financieros, que se dicen guías de occidente y genios de la cultura y el progreso y que desde puestos claves claman por el rebaje de los derechos laborables, sanitarios y sociales de sus gobernados o especulan groseramente con sus dineros y ahorros, en el comportamiento económico y político, también a nivel más extendido: esa chulería invasora, bombardeando desde el “aquí estamos nosotros” o el “se hace nuestro querer”, ocupando sus tierras, destruyendo su vida a nuestro antojo por progresía, ética, interés, organización del mundo…, robando sus materias, sus modos de vida, culpando a otros de nuestras propias calamidades, invadiendo países con mentiras, ordenando su vida a nuestro antojo, matando a diestro y siniestro con impunidad, amenazando a otros desde nuestra preponderancia nuclear, tratando el dolor ajeno con desprecio y rebaje como si ellos fueran animales sin entrañas, matando impunemente a su hijos y ancianos, a hombres y mujer de países hoy pobres y esclavos y que ayer nos acogieron y nos dieron de comer, juzgándoles desde nuestra criminalidad como revoltosos..., poniendo a un negro, a un sudamericano o del Este a bajo precio en nuestro bar o en nuestro hogar a nuestro servicio. Convirtiendo su pobreza en nuestra indignidad.

Ese olvido, esa ignorancia, esa chulería y desprecio es muestra clara de nuestra sociedad podrida. Nuestra vida se ha vuelto desprecio y explotación: cada uno explota al de alado de la manera que puede: en sanidad, en derechos, en escuela, en desprecio.

Me impresionó la película Celda 211, pero me impresionó más el relato de miseria y pobreza, que en Kaosenlared escribió con detalle y respuesta Salvador en su artículo: “Celda 211: la otra cara del rodaje”. Reflejo fiel: lo uno y lo otro. Y son pocos los meses que nos queda de espabile.

Conviene no olvidar que hasta el siglo XVI China fue técnica y culturalmente muy superior a Europa y estaba mucho más adelantada que nuestro continente europeo. De eso hace tan sólo cinco siglos. Pero conviene no olvidar que nuestro comportamiento destructor actual no tiene comparación, es muy superior al de los siglos anteriores. Si los habitantes de la Isla de Pascua destruyeron y aniquilaron sus montes con instrumentos de piedra, hoy nosotros los talamos y destruimos con motosierras y a las gentes con desprecio y chulería. En los años sesenta y setenta gran parte de la basura alemana de las calles la recogían trabajadores españoles.

Somos deudores de otros pueblos y gran parte de lo que somos lo debemos al saqueo de pueblos, de tierras y de gentes. Y eso, aparte de bestialidad, es anuncio de ruina inminente. Nuestra huella es desolación, pero puede ser distinta si juntos levantamos el puño solidario.

Arizaleta Mikel

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